Las Cuatro Damas by Fernando Santana de la Oliva is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Dedicado a cuatro queridas Damas.
Cuando
mi madre tenía cosas que hacer fuera de casa, nos llevaba a casa de
la abuela para que cuidara de nosotros. No es fácil hacer tareas
bregando con tres mocosos. Mis hermanos y yo no queríamos ir a su
casa porque no tenía televisión. No podíamos ver los dibujos
animados que sí podíamos ver en nuestra casa, aunque fuese en
blanco y negro. Aun así, ella no se enfadaba y un día descubrió
como hacer que sí disfrutáramos del tiempo que pasábamos en su
hogar. Nos sentaba a los tres hermanos en el sofá, nos ponía la
merienda, un trozo de chocolate y un bollo de pan. Ella se sentaba
delante de nosotros, y empezaba a contar historias. Historias que
había escuchado de su madre y de su abuela. Historias que contaba en
su casa cuando se reunía las mujeres a preparar alguna boda, un
bautizo o alguna que otra celebración. Una de las historias que
mejor recuerdo hablaba de las Cuatro Reinas que hay en la baraja,
pero la abuela decía que eran Damas. La Dama de Picas, la Dama de
diamantes, la Dama de Corazones y la Dama de Tréboles. Como decía
mi abuela:
Cuenta
la leyenda que … Hace muchos años, lo que hoy conocemos como la
Luna, entonces era conocida como la Diosa. En aquellos tiempos había
una isla recóndita en medio del Gran Océano. En ella habitaban las
Damas. Unas criaturas creadas por la Diosa al principio de las edades
del hombre.
Las
Damas vivían felices en su isla ausentes de toda preocupación por
el resto del mundo. Adoraban a aquella que les iluminaba cuando
aparecía la oscuridad. Aquella que siempre miraba con la misma faz.
Aquella que vigilaba desde las alturas todo la que acontecía en el
mundo. La Diosa protegía a sus más bellas criaturas de todo aquello
que pudiera amenazarlas y les perturbara de su eterna dicha. Las
Damas ignoraban que hubiese algo más allá de su hogar.
Entre
las Damas había cuatro que siempre estaban juntas: Olil, que era la
mayor de todas, siempre se preocupaba que no faltara nada y le
gustaba coleccionar cosas que encontraba en la playa. Anaid, Siempre
en continuo movimiento, ejercitando su cuerpo, agresiva cuando era
necesario, no dudaba en enfrentarse a los animales de la isla. Más
de una vez protegió a sus amigas del ataque de alguna bestia.
Alinái, cariñosa como ninguna, procurando que todas fueran felices
y no les faltara nada, si alguien necesitaba algo, ella se lo
regalaba o lo buscaba sin cesar. Y Vinalis,
la favorita de la Diosa, la más joven de las cuatro.
Allí
vivían felices hasta que un día llegó a sus costas algo diferente.
Eran los restos de un barco que había destrozado una tormenta.
Cuando encalló en la playa de la isla de las Damas, éstas fueron a
ver que era aquello que perturbaba la rutina de sus vidas. Entre los
restos del barco había un hombre. La preocupación apareció en las
rostros de las mujeres. Nunca habían visto algo así. Sacaron al
hombre del barco y lo llevaron a uno de sus templos para ayudarlo a
recuperarse.
Durante
el tiempo que el hombre estuvo allí les contó que venía de otras
tierras. Del otro lado del Gran Océano. Que había muchas más
personas como él y que nadie sabía que existía esa isla ni de las
Damas.
A
las Damas les preocupó mucho ese descubrimiento. Ellas creían que
eran las únicas habitantes del mundo. Que la Diosa sólo las había
creado a ellas para habitar el mundo. ¿Cómo era posible que
existieran otros seres fuera de la isla? ¿y qué no fueran tan
diferentes a ellas? El naufrago empeoró y estuvo delirando. Habló
en sueños de muchas cosas. Habló de muerte. Habló de tristeza.
Habló de sufrimiento. Pero un día ya no habló. Había muerto.
Aquello era algo totalmente diferente para las Damas. La muerte había
llegado a su isla. Por mucho que lo intentase, la Diosa no pudo
conseguir que todo fuese como ella quería.
Las
Damas se hicieron muchas preguntas: ¿Qué era la muerte?,¿y el
sufrimiento? ¿Qué era la tristeza? ¿Había más seres más allá
de las aguas? ¿Cómo serían? Decidieron preguntar a la Diosa por
todas esas cosas. Pero ésta no respondía a sus dudas. Ellas creían
que habían sido creadas para que la Felicidad estuviera allí, en la
Isla. Que así siempre estarían felices.
Cuando
todo se calmó la Diosa convocó a las cuatro Damas. Así que
decidieron ir allí a aprender que eran esas cosas de las que hablaba
el naufrago.
Consiguieron
arreglar la nave con la que había llegado allí el naufrago. Y Olil,
Anaid, Vinalis y Alinái se dispusieron a embarcar, cuando la Diosa
apareció y les dijo :
-
Deseo que vayáis a conocer el mundo, necesito verlo a través de
vuestros ojos. Además de lo que veo aquí arriba. Vosotras me
serviréis en la tierra. Llegará un día en el que debáis hacer lo
imposible y necesario.
Con
estas enigmáticas palabras partieron. Con las provisiones que había
podido reunir Olil, y con la luz de la Diosa navegaron durante muchos
días.
Uno
de esos días, cuando ya empezaron a escasear las provisiones Vinalis
les dijo a sus amigas:
-
Mañana llegaremos. Pero debéis saber que no volveremos nunca a
nuestra isla.- Las amigas no contestaron. Sabían de la estrecha
relación que tenía Vinalis con la Diosa y siempre que hacía una
profecía, ésta llegaba a cumplirse. Callaron. Debían preparase en
lo que les acontecían. Después, no se volvió a escuchar nada más
hasta el día siguiente.
Llegaron
a una playa totalmente diferente de todo lo habían visto nunca.
Estuvieron vagando por muchos lugares. Conociendo gentes, ciudades,
países.. Anaid aprendió nuevas formas de lucha, consiguió una
espada que siempre llevaba consigo y la dominaba como si fuese una
extensión de su brazo. Olil aprendió mucho del valor de las cosas,
de los alimentos, de que frutos eran comestibles y cuales no, y
muchas cosas más. Consiguió unas alforjas que le permitían llevar
todo lo que quería. Alinái comprendió como nadie el sufrimiento
que había en el mundo y ofrecía todo su amor y comprensión a
aquellos que lo necesitaban, siempre buscaba soluciones a todos lo
problemas que veía. Y Vinalis, fue desarrollando una habilidad
especial para poder curar y aliviar el sufrimiento.
Pero
un día pisaron un reino extraño. Se sorprendieron del silencio que
las rodeaba. Un silencio que intimidaba. Llegaron caminando hasta un
claro en un bosque. Se detuvieron y en ese instante oyeron un llanto.
El llanto desesperado de un bebé. Corrieron hacia el lugar de donde
venía el quejido. Encontraron a un niño en el suelo y a un hombre
con una lanza preparado para atravesarlo. Iba a matarlo. Anaid se
lanzo y lo derribó evitando la muerte cruel a la que estaba siendo
condenado. Alinái recogió del suelo al bebé y lo consoló en sus
brazos. El bebé, al contacto con el calor de la Dama, disminuyó su
lamento.
-
¡Soltad al niño! - gritó el hombre como pudo, ya que Anaid lo
mantenía inmóvil en el suelo apoyando su rodilla en la espalda.-
¡Soltad al niño, el Rey nos ha ordenado darle muerte!, está
maldito. Es un engendro del mal.
El
bebé tenía la piel totalmente blanca y tenía unos hermosos ojos
azules.
-
Debemos cuidar de él.- dijo en voz baja Vinalis. - Hay que
protegerlo a toda costa.
Las
otras Damas no entendían lo que acababa de decir Vinalis, pero
confiaban ciegamente en ella. Anaid cogió la lanza del suelo. Otro
hombre, que estaba alejado de todo lo que ocurría pero que no había
perdido detalle, giró al caballo sobre el que estaba montado y se
fue cabalgando.
-
¿Quién eres tú y por qué está maldito el niño? - preguntó
Anaid rozando con la lanza el cuello del hombre.
-
No ves que está blanco como la muerte. Es un niño maldito que se ha
llevado la vida de mi reina.
-
¿Quién te envía?- pregunto Olil.
-
Mi señor ha ordenado que perezca. Desde que murió la reina todo ha
muerto en el reino. Ni siquiera los pájaros cantan. Los perros se
niegan a ladrar. Todo está inerte. Él es el culpable. Cuando muera
todo volverá.
-
La diosa nos envía a nosotras. - empezó a decir Vinalis.- Esto es
lo que nos prometió. Hemos de salvar a su siervo.
Cuando
dijo esto, las otras Damas la miraron incrédula.
-
Es el enviado de la Diosa. Él conseguirá que este mundo sea como
nuestra isla, empezando por este reino.
Las
Damas
empezaron a comprender los designios de su protectora. Ahora sabían
porque la Diosa las había enviado.
Las
Damas se refugiaron dentro del bosque. Mientras caminaban Olil
recogió frutos de los árboles y bayas de los arbustos. Anaid
vigilaba la retaguardia. Vinalis abría el camino y Alinái llevaba
en su regazo al bebé. Llegaron a un claro en una colina.
El
hombre que huyó a caballo llegó acompañado de muchos más
guerreros. Rodearon a las cuatro Damas. Anaid con la lanza en una
mano y la espada en la otra impedía que se acercaran .Olil estaba
preparando piedras para atacar. Vinalis rezó a la Diosa pidiendo
ayuda en el trance mientras Alinái cuidaba de que ninguno se
acercara al niño.
Cerraron
el círculo sobre ellas y fueron estrechándolo.
Uno
de los hombre alzó la mano y los guerreros se detuvieron.
-
¡Soy el Rey! Entregadme al niño que debe morir por haber traído la
desgracia a mi reino.
-¡No!
- gritó Alinái.- y los guerreros atacaron a la vez a las Damas.
Espalda con espalda estaban cuando las lanzas de los guerreros les
rozaban la piel. La Diosa actuó en ese momento. El Sol fue ocultado
por la Diosa. Creo una noche en el día. Pero
eso no los detuvo, sino que los alentó más, y
atacaron. En
ese momento, las cuatro Damas se fundieron en un abrazo y los
guerreros atravesaron con sus lanzas los cuerpos de las cuatro Damas.
Por las heridas salió un brillante resplandor que cegó a los
hombres.
Cuando
pudieron volver a ver, donde había cuatro Damas, vieron a una sola
mujer. La magia creada por la noche en el día había hecho que las
cuatro damas se convirtieran en una sola mujer. Una mujer única. Una
mujer que apareció del abrazo de las Damas.
La
mujer recogió los alimentos que había recogido Olil, recogió la
lanza que había soltado Anaid, recogió al bebé con todo su cariño
y llevó dentro de ella la bendición de la Diosa. Ella se había
convertido en una Madre. Un ser mucho más fuerte que las suma de las
Damas. Apareció la Madre, la verdadera creación de la Diosa.
El
Rey reconoció en el rostro de la Madre a su esposa. La Diosa le
había dado la oportunidad al reino gracias al sacrificio de las
Damas. Además del niño, la Diosa había enviado a sus protectoras.
La madre tenía de Olil el conocimiento del valor de las cosas, tenía
la previsión del futuro. De Anaid el instinto protector. De Alinái
tenía todo el amor infinito y de Vinalis
tenía la habilidad de la curación y la Bendición de la Diosa . Ya
que no existe mayor bendición que ser madre. El niño era su hijo.
El
niño creció feliz en el reino. Gracias a su madre, la reina pudo
llegar a ser un gran Rey que consiguió que esa parte del mundo se
pareciera un poco a lo que era la isla de las Damas. La felicidad del
reino duró muchos años.
Aún
nos queda el recuerdo del sacrificio de las Damas en
las barajas de naipes. Ahí
están representadas a
veces como reinas, a veces como Damas. Así su recuerdo siempre
seguirá con nosotros. De esta manera, Olil, la Dama previsora, que
piensa en el futuro y recoge para lo que está por venir es la Dama
de diamantes. Anaid, la luchadora, la defensora es la Dama de Picas.
Alinái la cariñosa, la que entrega su amor sin pedir nada a cambio,
la Dama de Corazones, y Vinalis, la Favorita de la Diosa, la Bendita,
la que tiene la suerte de su lado es la Dama de Tréboles.
Aunque
muchos conocemos la baraja de póquer, donde son reinas, en un
principio fueron Damas.
FIN
Fernando Santana de la Oliva
Septiembre de 2013