domingo, 24 de noviembre de 2013

Las cuatro Damas

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Dedicado a cuatro queridas Damas.
Cuando mi madre tenía cosas que hacer fuera de casa, nos llevaba a casa de la abuela para que cuidara de nosotros. No es fácil hacer tareas bregando con tres mocosos. Mis hermanos y yo no queríamos ir a su casa porque no tenía televisión. No podíamos ver los dibujos animados que sí podíamos ver en nuestra casa, aunque fuese en blanco y negro. Aun así, ella no se enfadaba y un día descubrió como hacer que sí disfrutáramos del tiempo que pasábamos en su hogar. Nos sentaba a los tres hermanos en el sofá, nos ponía la merienda, un trozo de chocolate y un bollo de pan. Ella se sentaba delante de nosotros, y empezaba a contar historias. Historias que había escuchado de su madre y de su abuela. Historias que contaba en su casa cuando se reunía las mujeres a preparar alguna boda, un bautizo o alguna que otra celebración. Una de las historias que mejor recuerdo hablaba de las Cuatro Reinas que hay en la baraja, pero la abuela decía que eran Damas. La Dama de Picas, la Dama de diamantes, la Dama de Corazones y la Dama de Tréboles. Como decía mi abuela:
Cuenta la leyenda que … Hace muchos años, lo que hoy conocemos como la Luna, entonces era conocida como la Diosa. En aquellos tiempos había una isla recóndita en medio del Gran Océano. En ella habitaban las Damas. Unas criaturas creadas por la Diosa al principio de las edades del hombre.
Las Damas vivían felices en su isla ausentes de toda preocupación por el resto del mundo. Adoraban a aquella que les iluminaba cuando aparecía la oscuridad. Aquella que siempre miraba con la misma faz. Aquella que vigilaba desde las alturas todo la que acontecía en el mundo. La Diosa protegía a sus más bellas criaturas de todo aquello que pudiera amenazarlas y les perturbara de su eterna dicha. Las Damas ignoraban que hubiese algo más allá de su hogar.
Entre las Damas había cuatro que siempre estaban juntas: Olil, que era la mayor de todas, siempre se preocupaba que no faltara nada y le gustaba coleccionar cosas que encontraba en la playa. Anaid, Siempre en continuo movimiento, ejercitando su cuerpo, agresiva cuando era necesario, no dudaba en enfrentarse a los animales de la isla. Más de una vez protegió a sus amigas del ataque de alguna bestia. Alinái, cariñosa como ninguna, procurando que todas fueran felices y no les faltara nada, si alguien necesitaba algo, ella se lo regalaba o lo buscaba sin cesar. Y Vinalis, la favorita de la Diosa, la más joven de las cuatro.
Allí vivían felices hasta que un día llegó a sus costas algo diferente. Eran los restos de un barco que había destrozado una tormenta. Cuando encalló en la playa de la isla de las Damas, éstas fueron a ver que era aquello que perturbaba la rutina de sus vidas. Entre los restos del barco había un hombre. La preocupación apareció en las rostros de las mujeres. Nunca habían visto algo así. Sacaron al hombre del barco y lo llevaron a uno de sus templos para ayudarlo a recuperarse.
Durante el tiempo que el hombre estuvo allí les contó que venía de otras tierras. Del otro lado del Gran Océano. Que había muchas más personas como él y que nadie sabía que existía esa isla ni de las Damas.
A las Damas les preocupó mucho ese descubrimiento. Ellas creían que eran las únicas habitantes del mundo. Que la Diosa sólo las había creado a ellas para habitar el mundo. ¿Cómo era posible que existieran otros seres fuera de la isla? ¿y qué no fueran tan diferentes a ellas? El naufrago empeoró y estuvo delirando. Habló en sueños de muchas cosas. Habló de muerte. Habló de tristeza. Habló de sufrimiento. Pero un día ya no habló. Había muerto. Aquello era algo totalmente diferente para las Damas. La muerte había llegado a su isla. Por mucho que lo intentase, la Diosa no pudo conseguir que todo fuese como ella quería.
Las Damas se hicieron muchas preguntas: ¿Qué era la muerte?,¿y el sufrimiento? ¿Qué era la tristeza? ¿Había más seres más allá de las aguas? ¿Cómo serían? Decidieron preguntar a la Diosa por todas esas cosas. Pero ésta no respondía a sus dudas. Ellas creían que habían sido creadas para que la Felicidad estuviera allí, en la Isla. Que así siempre estarían felices.
Cuando todo se calmó la Diosa convocó a las cuatro Damas. Así que decidieron ir allí a aprender que eran esas cosas de las que hablaba el naufrago.
Consiguieron arreglar la nave con la que había llegado allí el naufrago. Y Olil, Anaid, Vinalis y Alinái se dispusieron a embarcar, cuando la Diosa apareció y les dijo :
- Deseo que vayáis a conocer el mundo, necesito verlo a través de vuestros ojos. Además de lo que veo aquí arriba. Vosotras me serviréis en la tierra. Llegará un día en el que debáis hacer lo imposible y necesario.
Con estas enigmáticas palabras partieron. Con las provisiones que había podido reunir Olil, y con la luz de la Diosa navegaron durante muchos días.
Uno de esos días, cuando ya empezaron a escasear las provisiones Vinalis les dijo a sus amigas:
- Mañana llegaremos. Pero debéis saber que no volveremos nunca a nuestra isla.- Las amigas no contestaron. Sabían de la estrecha relación que tenía Vinalis con la Diosa y siempre que hacía una profecía, ésta llegaba a cumplirse. Callaron. Debían preparase en lo que les acontecían. Después, no se volvió a escuchar nada más hasta el día siguiente.
Llegaron a una playa totalmente diferente de todo lo habían visto nunca. Estuvieron vagando por muchos lugares. Conociendo gentes, ciudades, países.. Anaid aprendió nuevas formas de lucha, consiguió una espada que siempre llevaba consigo y la dominaba como si fuese una extensión de su brazo. Olil aprendió mucho del valor de las cosas, de los alimentos, de que frutos eran comestibles y cuales no, y muchas cosas más. Consiguió unas alforjas que le permitían llevar todo lo que quería. Alinái comprendió como nadie el sufrimiento que había en el mundo y ofrecía todo su amor y comprensión a aquellos que lo necesitaban, siempre buscaba soluciones a todos lo problemas que veía. Y Vinalis, fue desarrollando una habilidad especial para poder curar y aliviar el sufrimiento.
Pero un día pisaron un reino extraño. Se sorprendieron del silencio que las rodeaba. Un silencio que intimidaba. Llegaron caminando hasta un claro en un bosque. Se detuvieron y en ese instante oyeron un llanto. El llanto desesperado de un bebé. Corrieron hacia el lugar de donde venía el quejido. Encontraron a un niño en el suelo y a un hombre con una lanza preparado para atravesarlo. Iba a matarlo. Anaid se lanzo y lo derribó evitando la muerte cruel a la que estaba siendo condenado. Alinái recogió del suelo al bebé y lo consoló en sus brazos. El bebé, al contacto con el calor de la Dama, disminuyó su lamento.
- ¡Soltad al niño! - gritó el hombre como pudo, ya que Anaid lo mantenía inmóvil en el suelo apoyando su rodilla en la espalda.- ¡Soltad al niño, el Rey nos ha ordenado darle muerte!, está maldito. Es un engendro del mal.
El bebé tenía la piel totalmente blanca y tenía unos hermosos ojos azules.
- Debemos cuidar de él.- dijo en voz baja Vinalis. - Hay que protegerlo a toda costa.
Las otras Damas no entendían lo que acababa de decir Vinalis, pero confiaban ciegamente en ella. Anaid cogió la lanza del suelo. Otro hombre, que estaba alejado de todo lo que ocurría pero que no había perdido detalle, giró al caballo sobre el que estaba montado y se fue cabalgando.
- ¿Quién eres tú y por qué está maldito el niño? - preguntó Anaid rozando con la lanza el cuello del hombre.
- No ves que está blanco como la muerte. Es un niño maldito que se ha llevado la vida de mi reina.
- ¿Quién te envía?- pregunto Olil.
- Mi señor ha ordenado que perezca. Desde que murió la reina todo ha muerto en el reino. Ni siquiera los pájaros cantan. Los perros se niegan a ladrar. Todo está inerte. Él es el culpable. Cuando muera todo volverá.
- La diosa nos envía a nosotras. - empezó a decir Vinalis.- Esto es lo que nos prometió. Hemos de salvar a su siervo.
Cuando dijo esto, las otras Damas la miraron incrédula.
- Es el enviado de la Diosa. Él conseguirá que este mundo sea como nuestra isla, empezando por este reino.
Las Damas empezaron a comprender los designios de su protectora. Ahora sabían porque la Diosa las había enviado.
Las Damas se refugiaron dentro del bosque. Mientras caminaban Olil recogió frutos de los árboles y bayas de los arbustos. Anaid vigilaba la retaguardia. Vinalis abría el camino y Alinái llevaba en su regazo al bebé. Llegaron a un claro en una colina.
El hombre que huyó a caballo llegó acompañado de muchos más guerreros. Rodearon a las cuatro Damas. Anaid con la lanza en una mano y la espada en la otra impedía que se acercaran .Olil estaba preparando piedras para atacar. Vinalis rezó a la Diosa pidiendo ayuda en el trance mientras Alinái cuidaba de que ninguno se acercara al niño.
Cerraron el círculo sobre ellas y fueron estrechándolo.
Uno de los hombre alzó la mano y los guerreros se detuvieron.
- ¡Soy el Rey! Entregadme al niño que debe morir por haber traído la desgracia a mi reino.
-¡No! - gritó Alinái.- y los guerreros atacaron a la vez a las Damas. Espalda con espalda estaban cuando las lanzas de los guerreros les rozaban la piel. La Diosa actuó en ese momento. El Sol fue ocultado por la Diosa. Creo una noche en el día. Pero eso no los detuvo, sino que los alentó más, y atacaron. En ese momento, las cuatro Damas se fundieron en un abrazo y los guerreros atravesaron con sus lanzas los cuerpos de las cuatro Damas. Por las heridas salió un brillante resplandor que cegó a los hombres.
Cuando pudieron volver a ver, donde había cuatro Damas, vieron a una sola mujer. La magia creada por la noche en el día había hecho que las cuatro damas se convirtieran en una sola mujer. Una mujer única. Una mujer que apareció del abrazo de las Damas.
La mujer recogió los alimentos que había recogido Olil, recogió la lanza que había soltado Anaid, recogió al bebé con todo su cariño y llevó dentro de ella la bendición de la Diosa. Ella se había convertido en una Madre. Un ser mucho más fuerte que las suma de las Damas. Apareció la Madre, la verdadera creación de la Diosa.
El Rey reconoció en el rostro de la Madre a su esposa. La Diosa le había dado la oportunidad al reino gracias al sacrificio de las Damas. Además del niño, la Diosa había enviado a sus protectoras. La madre tenía de Olil el conocimiento del valor de las cosas, tenía la previsión del futuro. De Anaid el instinto protector. De Alinái tenía todo el amor infinito y de Vinalis tenía la habilidad de la curación y la Bendición de la Diosa . Ya que no existe mayor bendición que ser madre. El niño era su hijo.
El niño creció feliz en el reino. Gracias a su madre, la reina pudo llegar a ser un gran Rey que consiguió que esa parte del mundo se pareciera un poco a lo que era la isla de las Damas. La felicidad del reino duró muchos años.
        Aún nos queda el recuerdo del sacrificio de las Damas en las barajas de naipes. Ahí están representadas a veces como reinas, a veces como Damas. Así su recuerdo siempre seguirá con nosotros. De esta manera, Olil, la Dama previsora, que piensa en el futuro y recoge para lo que está por venir es la Dama de diamantes. Anaid, la luchadora, la defensora es la Dama de Picas. Alinái la cariñosa, la que entrega su amor sin pedir nada a cambio, la Dama de Corazones, y Vinalis, la Favorita de la Diosa, la Bendita, la que tiene la suerte de su lado es la Dama de Tréboles.
       Aunque muchos conocemos la baraja de póquer, donde son reinas, en un principio fueron Damas.


FIN

Fernando Santana de la Oliva

Septiembre de 2013